La huida de inversión y talento a Estados Unidos se acelera
Hace unos días, conversé con un profesional de BME (Bolsas y Mercados Españoles) sobre el desarrollo del mercado de valores español y su importancia para la financiación de las empresas nacionales. Durante la charla, me confesó que más del 70% de sus inversiones personales están en Estados Unidos. Su caso no es excepcional, sino representativo de una tendencia global: muchos ahorradores españoles, al igual que inversores de todo el mundo, optan por destinar su dinero al mercado estadounidense, teniendo un efecto claro en las cotizaciones.
El flujo masivo de capital hacia Estados Unidos tiene repercusiones adicionales. La economía estadounidense crece más rápido, es más grande, cuenta con una regulación que protege mejor a los inversores, ofrece mayores libertades a los negocios y aplica menos impuestos tanto a empresas como a inversores. Estas ventajas, sumadas a rentabilidades pasadas superiores, atraen aún más capital, perpetuando el ciclo. Además, las proyecciones apuntan a una regulación y fiscalidad aún más favorables, incrementando la brecha frente a otras economías.
Esta dinámica tiene un efecto dominó. Las multinacionales aspiran a ser estadounidenses para beneficiarse de mejores condiciones de financiación. El caso de Ferrovial es conocido en España, pero en Europa y Canadá son numerosas las empresas que optan por cotizar en Estados Unidos o incluso trasladar su sede allí. La diferencia en valoraciones es contundente: mientras las empresas del S&P 500 cotizan a 28 veces sus beneficios, las del Euro Stoxx 50 lo hacen a 15 veces. Este desequilibrio permite a empresas norteamericanas adquirir compañías europeas en mejores condiciones, reforzando su posición en el mercado global.
A nivel emprendimiento, la situación es dramática. Muchos emprendedores europeos que querrían establecer sus empresas aquí se deben ir a Estados Unidos para poder sacar sus proyectos adelante. La elección de Trump como presidente está acelerando la huida de capital y talento hacia Estados Unidos, impulsando aún más esta tendencia. Nos enfrentamos a una disyuntiva sobre cómo competir ante una potencia económica que redefine constantemente los estándares globales, cuestionando si preferimos adaptarnos o convertirnos en satélites dependientes.
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