El impuesto de los idiotas
Desde una perspectiva recaudatoria eficiente, un impuesto ideal debe cumplir varios criterios, como gravar efectivamente lo propuesto, mantener un bajo nivel de fraude, no afectar negativamente la recaudación de otros tributos, y crecer conforme lo hace la economía, incentivando a los contribuyentes a contribuir al bien común mientras persiguen sus intereses personales.
En contraste, España se distingue dentro de la Unión Europea por aplicar de manera generalizada el Impuesto sobre el Patrimonio y Grandes Fortunas a sus ciudadanos, una práctica no seguida por otros países como Francia, Italia, o Bélgica, que optan por gravar solo ciertos activos específicos con tipos mucho menores.
Este impuesto en España, que se aplica además de otros impuestos sobre ingresos, donaciones, y consumo, representa un tributo excepcional que grava a los ciudadanos por poseer bienes, incluso si estos ya fueron objeto de imposición previa. Conceptualmente, este tributo es especialmente irritante para los contribuyentes, que aunque aportan significativamente más al estado que el ciudadano medio, pueden verse incentivados a trasladar su residencia fiscal a otro país. Este traslado puede resultar en una pérdida significativa de ingresos tributarios para España, no solo del impuesto sobre el patrimonio sino también de otros impuestos directos e indirectos vinculados al consumo y actividades económicas del contribuyente.
Además, la estructura del impuesto incentiva comportamientos que pueden resultar en menor crecimiento económico y eficiencia. Por ejemplo, el alto tipo impositivo sobre grandes patrimonios puede desincentivar la inversión en bolsa o la salida a bolsa de empresas, afectando su capacidad de crecimiento por falta de acceso a financiamiento de mercado. También puede motivar a los contribuyentes a invertir en bienes raíces en lugar de en empresas que generen empleo de calidad, desviando recursos de inversiones productivas a menos productivas.
En síntesis, aunque el Impuesto sobre el Patrimonio y Grandes Fortunas busca ser una herramienta de redistribución de la riqueza, en la práctica puede tener efectos contraproducentes, disminuyendo la inversión productiva y reduciendo la competitividad global de las empresas españolas, lo que a largo plazo podría empobrecer más a la sociedad.
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